jueves, 10 de julio de 2014

Liderazgo al estilo @Mascherano

Liderazgo al estilo @Mascherano

“Hoy te comés el mundo. 
Hoy, hoy, te convertís en Héroe”

9 de Julio de 2014. Transitaba la semifinal de la copa del mundo, y para la Argentina habían llegado la hora de los penales frente a la poderosa Holanda. El arquero de la selección Argentina había recibido la arenga e indicaciones de varios de los integrantes de su plantel. La clasificación a la final estaba en gran medida en la certeza de sus decisiones, en la capacidad de concentración, en la habilidad de sus manos.


Por Daniel Elhelou (@Dani_Elhelou), especialista en Coaching Inspirativo

Segundos antes de ir camino a cuidar su vaya en la serie penales, el guardameta argentino “Chiquito” Romero sintió la presencia de un compañero del plantel a su lado. Este se acercó, lo miró al portero a los ojos y le dijo “Hoy te comés el mundo. Hoy, hoy, te convertís en Héroe”. Le dio un beso, y se fue.

Romero se paró entre los tres caños que forman el arco, miró la pelota y atajó el primer penal Holandés. Y luego el tercero. Y se convirtió en Héroe de un pueblo con hambre de gloria. Y desde ese día tiene dispensas para casi todo lo que se le ocurra. Es un héroe para la eternidad de los amantes del fútbol argentino. Mis nietos escucharán la historia de ese guardametas que en el 2014 atajó dos penales decisivos, y así la selección argentina pasó a la final.

He escrito un par de párrafos sobre el héroe de esa tarde en el hermoso estadio Arena Corinthians de Sao Paulo. Así y todo, ese héroe no es el centro de atención de este artículo.

¿Quién era ese compañero?
Un compañero, pero parecía que no compañero más. No tenía la cinta de capitán, ni tampoco había ganado una copa del mundo antes. El arquero tenía 27 años, y este apenas 3 más.  Este compañero no solo parecía un compañero más, aunque no lo era.

Este jugador con el número 14 dibujado en la casaca argentina, y el 5 grabado a fuego en la piel, era el caudillo, le decían el jefecito, aunque más que jefe era verdadero líder de todos lo que estaban allí.
Y no era el líder formal, como lo llamamos en las organizaciones, sino era el líder al que todos responden. El líder emblema, ese que sabe lo que hace, ese que sabe a dónde quiere llegar, ese líder que se involucra hasta “dar la vida” por la causa y por el compañero, ese que contagia.

Ese líder que no necesita las formalidades para liderar. Ese que corre, que transpira, que piensa, que frena, que indica, que respeta, que ríe, que llora, que festeja, que se abraza, que se raspa la piel. Ese líder que se cansa, pero parece que no. Ese líder que ordena, que alienta, que motiva, que empuja, que siente, que cree posible llegar a donde nadie ve posibilidad. Ese líder que reconoce a otros, y se enorgullece de sus compañeros y de su capitán. Ese líder emocional que siente, que le explota el corazón y al ritmo de su latir laten todos los demás. Ese líder que inspira. Inspira porque…porque por todo eso y porque más.

Chiquito Romero ese día se convirtió en Héroe para siempre; pero Javier Mascherano se convirtió, se consagró como Líder de Héroes, también para la eternidad. Se convirtió en Inspirador, en referente, en modelo de liderazgo, en modelo de sacrifico, constancia, entrega y humildad.

Mascherano, te comiste la cancha, te corriste el mundo. Gracias. Sinceramente gracias. Tu gesto no solo ha permitido una victoria en un encuentro deportivo, sino que se ha convertido en un modelo de inspiración para todos aquellos que definen un resultado todos los días, sean empleados, emprendedores o estudiantes.